28. La Semana Santa comienza con el Domingo de
Ramos en la Pasión del Señor, que comprende a la vez el presagio del triunfo
real de Cristo y el anuncio de la Pasión. La relación entre los dos aspectos
del misterio pascual se han de evidenciar en la celebración en la catequesis
del día (32).
29. La entrada del Señor en Jerusalén, ya desde
antiguo, se conmemora con una procesión, en la cual los cristianos celebran el
acontecimiento, imitando las aclamaciones y gestos, que hicieron los niños
hebreos cuando salieron al encuentro del Señor, cantando el fervoroso
"Hossana" (33).
La procesión sea única y tenga lugar antes de la
Misa en la que haya más presencia de fieles; puede hacerse también en las horas
de la tarde, ya sea del sábado ya del domingo. Para ello hágase, en lo posible,
la reunión de la asamblea en otra iglesia menor, o en un lugar apto fuera de la
iglesia hacia la cual se dirigirá la procesión.
Los fieles participan que esta procesión llevando
en las manos ramos de palma o de otros árboles. Los sacerdotes y los ministros,
llevando también ramos, preceden al pueblo (34).
La bendición de ramos o palmas tiene lugar en orden
a la procesión que seguirá. Los ramos conservados en casa recuerdan a los
fieles la victoria de Cristo, que se ha celebrado con la procesión.
Los pastores hagan todo lo posible para que la
preparación y la celebración de esta procesión en honor de Cristo Rey, pueda
tener un fructuoso influjo espiritual en la vida de los fieles.
30. Para la conmemoración de la entrada del Señor
en Jerusalén, además de la procesión solemne, que se acaba de describir, el
Misal ofrece otras dos posibilidades, no para fomentar la comodidad y la
facilidad, sino en previsión de la dificultades que puedan impedir la
organización de una procesión.
La segunda forma de la conmemoración es una entrada
solemne, que tiene lugar cuando no puede hacerse la procesión fuera de la
iglesia. La tercera forma es la entrada sencilla, que ha de hacerse en todas
las Misas de este domingo en las que no ha tenido lugar la entrada solemne
(35).
31. Donde no se puede celebrar la Misa es
conveniente que se haga una celebración de la Palabra de Dios sobre la entrada
mesiánica y la Pasión del Señor, ya sea el sábado por la tarde, ya el domingo a
la hora más oportuna (36).
32. Durante la procesión los cantores y el pueblo
cantan los cantos indicados en el Misal Romano como son el salmo 23 el salmo
46, y otros cantos apropiados en honor de Cristo Rey.
33. La historia de la Pasión goza de una especial
solemnidad. Es aconsejable que se mantenga la tradición en el modo de cantarla
o leerla, es decir, que sean tres personas que hagan las veces de Cristo, del
narrador y del pueblo. La Pasión ha de ser proclamada ya por diáconos o
presbíteros, ya, en su defecto, por lectores, en cuyo caso, la parte
correspondiente a Cristo se reserva al sacerdote.
Para la proclamación de la Pasión no se llevan ni
luces ni incienso, ni se hace al principio el saludo al pueblo como de ordinario
para el Evangelio, ni se signa el libro. Tan solo los diáconos piden la
bendición al sacerdote (37).
Para el bien espiritual de los fieles conviene que
se lea por entero la narración de la Pasión, y que no se omitan las lecturas
que la preceden.
34. Terminada la lectura de la Pasión no se omita
la homilía.
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