Dice Juan Pablo II, en su libro Don y
Misterio, citando San Pablo, que el sacerdote es administrador de los misterios
de Dios: El sacerdote recibe de Cristo los bienes de la salvación para
distribuirlos debidamente entre las personas.
Cuenta el historiador José de Sigüenza
hablando de Fray Hernando de Talavera, Primer Arzobispo de Granada, que la
reina Isabel la Católica lo llamó para confesarse con él. Era la primera vez
que lo hacía con él. Habían preparado dos reclinatorios, pero el obispo se
sentó. Le dijo la reina:
-
Ambos hemos de estar de rodillas.
Pero el confesor
contestó:
- No, Señora. Vuestra Alteza sí debe estar de
rodillas, para confesar sus pecados; pero yo he de estar sentado, porque éste
es el Tribunal de Dios y yo estoy aquí representándolo.
Calló la reina y se
confesó de rodillas. Después dijo:
- Éste es
el confesor que yo buscaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si te gustó el artículo, déjame tu comentario.