En
la Primera lectura nos dice el Profeta Jeremías: Yo mismo reuniré el resto de
mis ovejas y las volveré a traer a sus campos para que crezcan y se
multipliquen. La profecía hace referencia al cuidado y atención del Mesías con
todos los hombres y cada uno de ellos. Me conduce hacia fuentes tranquilas y
repara mis fuerzas, leímos en el Salmo responsorial.
El
Evangelio muestra la solicitud de Jesús con sus discípulos, cansados después de
una misión apostólica por las ciudades y aldeas vecinas. Venid a descansar un
poco, les dice. Y explica el Evangelista que eran tantos los que iban y venían
que no encontraban tiempo ni para comer. Se marcharon en la barca a un lugar
apartado.
Nuestra
vida, que es también servicio a Cristo, a la familia, a la sociedad, está llena
de trabajo y de dedicación a los demás. Por eso no podemos extrañarnos si
experimentamos la fatiga y sentimos la necesidad de descansar. En el tiempo
libre recuperamos fuerzas para servir mejor a quienes nos rodean.
Hoy,
el Evangelio nos invita a descubrir la importancia de descansar en el Señor.
Los Apóstoles regresaban de la misión que Jesús les había dado. Habían expulsado
demonios, curando enfermos y predicando el Evangelio. Estaban cansados y Jesús
les dice «venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar
un poco» (Mc 6,31).
Una
de las tentaciones a las que puede sucumbir cualquier cristiano es la de querer
hacer muchas cosas descuidando el trato con el Señor. El Catecismo recuerda
que, a la hora de hacer oración, uno de los peligros más grandes es pensar que
hay otras cosas más urgentes y, de esa forma, se acaba descuidando el trato con
Dios. Por eso, Jesús, a sus Apóstoles, que han trabajado mucho, que están
agotados y satisfechos porque todo les ha ido bien, les dice que tienen que
descansar. Y, señala el Evangelio «se fueron en la barca, aparte, a un lugar
solitario» (Mc 6,32).
Para
poder rezar bien se necesitan, al menos dos cosas: la primera es estar con
Jesús, porque es la persona con la que vamos a hablar. Asegurarnos de que
estamos con Él. Por eso todo rato de oración empieza, generalmente, y es lo más
difícil, con un acto de presencia de Dios. Tomar conciencia de que estamos con
Él. Y la segunda es la necesaria soledad. Si queremos hablar con alguien, tener
una conversación íntima y profunda, escogemos la soledad.
Otra
enseñanza que podemos sacar aquí es el descansar con Jesús después de comulgar.
Pero ojo porque podemos llenar la acción de gracias con muchas palabras dichas
de memoria. Podemos decir que después de recibir el Cuerpo de Cristo, lo mejor es
estar un rato en silencio, para reponer fuerzas y dejando que Jesús nos hable
en el silencio de nuestro corazón. Es Mejor que el Señor nos instruya que
nosotros planteemos nuestros proyectos al Señor, porque el Señor ya conoce lo
que necesitamos.
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