La
vocación cristiana es una llamada a la adhesión personal a Cristo para
compartir su misma vida y misión. "Seguir" a Cristo equivale a un
"encuentro", que se hace relación personal y que incluye una
"renuncia" a otros criterios, escala de valores y actitudes, para
vivir la misma vida del Señor.
Ser
cristiano no es simplemente hacer el bien y evitar el mal.
Ser
cristiano no es simplemente creer en Dios.
Ser
cristiano no consiste simplemente en cumplir unos ritos determinados.
Ser cristiano no se limita a aceptar unas verdades de fe, en unos
dogmas, recitar el Credo o saberse el catecismo de memoria. Muchos que profesan
la doctrina cristiana recta, están en la práctica muy lejos del Evangelio. Es
necesario aceptar la fe de la Iglesia, conocer sus leyes y preceptos, pero esto
no basta para ser cristiano. El cristianismo no es sólo una doctrina.
La fe cristiana no consiste propiamente en aceptar doctrinas, sino en
reconocer a Jesús como Señor y seguirle. El Credo es la profesión de fe del que
sigue a Cristo. El Credo que se enseñaba a los catecúmenos en el tiempo de
preparación al bautismo, no era una simple lección de memoria, sino la
contraseña que les identificaba como seguidores de Jesús ante el mundo. Sabían
a quien seguían, sabían de quién se había fiado, y como Pablo, todo lo
consideraban basura en comparación de haber conocido y poder seguir a Cristo
(Flp 3,7-21).
Seguir a Jesús es convertirse al Señor, cambiar la orientación de la
vida. Significa escoger la vida en vez de la muerte (Dt 30,19). Significa
renunciar al Maligno y su imperio de muerte (Jn 8,44) y adherirse a Cristo. Los
primeros cristianos en el catecumenado realizaban una solemne renuncia a
Satanás y sus estructuras antes de adherirse a Cristo por el bautismo. Todavía
quedan en nuestra liturgia bautismal los vestigios de esta renuncia. Pero todo
ello debe hoy profundizarse. Nadie puede servir a dos señores, a Dios y al
dinero (Mt 6,24).
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