jueves, 8 de noviembre de 2012

TODA CELEBRACIÓN PIDE EL CANTO




En este apartado debemos tener muy en cuenta de que la eucaristía, los sacramentos, la liturgia de las horas, etc., son celebraciones, y celebrar es una palabra que pide cantar, porque es una manifestación visible, audible, sensible y gozosa de realidades invisibles, “de acontecimientos salvíficos actualizados en aquel día, en aquella fiesta, en aquella hora, vividos intensamente en la fe de la Iglesia por la asamblea litúrgica, congregada en la presencia regocijante del Señor resucitado, como comunidad que se expresa en la Palabra de Dios que se proclama, se desborda con cantos que responden en concordia de voces y corazones, que se unen en oración común que les hace más fuertes, en actitudes y gestos corporales comunitarios.”
    
En una verdadera celebración, todo canta.  Una bella celebración en todos sus aspectos, sin olvidar los cantos, es la mejor invitación a participar en ella. 

La melodía de los cantos

Los fieles en la actualidad, no están educados para la melodía, están privados de degustar una bella melodía, porque se han acostumbrado al ritmo insistente, chirriante etc. Los fieles, en muchos casos, se rigen según el principio en el que: entre más ritmo, menos melodía. 


Melodía, para ellos es sinónimo de canción romántica, música lenta, baladas, boleros, etc.  Y esto repercute en la liturgia, cuando introducen canciones románticas, espirituales, lentas, que confunden el yo del alma orante con el personalismo individualista, la sensibilidad con la sensiblería, en resumen, el canto va dirigido al corazón, a los sentimientos, y no alcanza su cometido, la trascendencia a Dios.

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