Hemos
culminado hoy nuestro retiro anual, es una experiencia única que nos da el
Señor todos los días y años. Nos decía el padre Abelardo, hemos venido a
encerramos a solas con Dios. Bendita soledad.
Oigamos a S. Juan de la Cruz: una Palabra habló el Padre, que fue su Hijo. Y
esta habla siempre en eterno silencio. Y en silencio ha se ser oída.
Tratemos
de dar más cabida a Dios: a su luz y a su gracia.
El
fruto, bien lo sabemos, será proporcional a nuestras disposiciones: deseos de
ver más; humildad, sinceridad con nosotros mismos: docilidad al Espíritu Santo.
Venimos
a repasar verdades o virtudes fundamentales que constituyen el armazón de
nuestra vida interior. En fin trataremos de conocer un poco más al Señor. Y un
poco mejor a nosotros mismos.
De
manera que se cumpla una vez más aquello de Isaías: Mi palabra no volverá a Mí vacía. El Señor
espera siempre frutos. Tiene derecho. Es el Sembrador.
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