Alégrense, por fin, los coros de los ángeles, alégrense las jerarquías del cielo y, por la victoria de rey tan poderoso, que las trompetas anuncien la salvación.
Goce también la tierra,
inundada de tanta claridad, y que, radiante con el fulgor del rey eterno, se sienta
libre de la tiniebla que cubría el orbe entero.
Alégrese también nuestra
madre la Iglesia, revestida de luz tan brillante; resuene este recinto con las aclamaciones
del pueblo.
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