Hoy, nos dice Jesús: «Yo
soy el buen pastor». Comentando santo Tomás de Aquino esta afirmación, escribe
que «es evidente que el título de “pastor” conviene a Cristo, ya que de la misma
manera que un pastor conduce el rebaño al pasto, así también Cristo restaura a
los fieles con un alimento espiritual: su propio cuerpo y su propia sangre».
Todo comenzó con la Encarnación, y Jesús lo cumplió a lo largo de su vida,
llevándolo a término con su muerte redentora y su resurrección. Después de
resucitado, confió este pastoreo a Pedro, a los Apóstoles y a la Iglesia hasta
el fin del tiempo.
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