En el Evangelio de san
Mateo, en uno de los momentos en que Jesús vuelve a su país, a Nazaret, y habla
en la sinagoga, se Surabaya el asombro de sus paisanos por su sabiduría y la
pregunta que se plantean: ¿No es este el hijo del carpintero?
Jesús entra en nuestra
historia, viene en medio de nosotros, naciendo de María por obra de Dios, pero
con la presencia de san José, el padre legal que lo custodia y le enseña
también su trabajo. Jesús nace y vive en una familia, en la Santa Familia,
aprendiendo de san José el oficio de carpintero, en el taller de Nazaret,
compartiendo con él el empeño, la fatiga, la satisfacción y también las
dificultades de cada día.
Y con esto nos recuerda la
dignidad y la importancia del trabajo. El Libro del génesis narra que Dios creó
el hombre y la mujer confiándoles la tarea de llenar la tierra y de dominarla,
que no significa explotarla, sino cultivarla y custodiarla, cuidarla con la propia
obra.
El trabajo forma parte del
plan de amor de Dios ¡nosotros estamos llamados a cultivar y custodiar todos
los bienes de la creación y de este modo participamos en la obra de creación!
El trabajo es un elemento fundamental para la dignidad de una persona. El
trabajo – para usar una imagen, nos ‘unge’ de dignidad, nos llena de dignidad;
nos hace semejantes a Dios, que ha trabajado y trabaja, actúa siempre da la
capacidad de mantenerse a sí mismos, a la propia familia, de contribuir al
crecimiento de nuestro país.
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