Hoy celebramos el
último domingo antes de las solemnidades de la Ascensión y Pentecostés, que
cierran la Pascua. Si a lo largo de estos domingos Jesús resucitado se nos ha
manifestado como el Buen Pastor y la vid a quien hay que estar unido como los sarmientos,
hoy nos abre de par en par su Corazón.
Naturalmente, en su
Corazón sólo encontramos amor. Aquello que constituye el misterio más profundo
de Dios es que es Amor. Todo lo que ha hecho desde la creación hasta la
redención es por amor. Todo lo que espera de nosotros como respuesta a su
acción es amor. Por eso, sus palabras resuenan hoy: «Permaneced en mi amor». El
amor pide reciprocidad, es como un diálogo que nos hace corresponder con un
amor creciente a su amor primero.
Un fruto del amor
es la alegría: «Os he dicho esto, para que mi gozo esté en ustedes». Si nuestra
vida no refleja la alegría de creer, si nos dejamos ahogar por las
contrariedades sin ver que el Señor también está ahí presente y nos consuela,
es porque no hemos conocido suficientemente a Jesús que es amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si te gustó el artículo, déjame tu comentario.