En el pasaje evangélico de este domingo, un texto del que
se tomó la famosa frase «Nadie es profeta en su patria», es decir, ningún
profeta es bien recibido entre las personas que lo vieron crecer. De hecho,
Jesús, después de dejar Nazaret, cuando tenía cerca de treinta años, y de
predicar y obrar curaciones desde hacía algún tiempo en otras partes, regresó
una vez a su pueblo y se puso a enseñar en la sinagoga. Sus conciudadanos
«quedaban asombrados» por su sabiduría y, dado que lo conocían como el «hijo de
María», el «carpintero» que había vivido en medio de ellos, en lugar de
acogerlo con fe se escandalizaban de él.
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