Las palabras del papa
Francisco sobre la homosexualidad y la presencia de la mujer en la Iglesia
siguen las líneas marcadas por el Catecismo de la Iglesia Católica en el caso
de los gais y reiteran lo aprobado por Juan Pablo II, que cerró las puertas al
sacerdocio femenino.
Francisco dijo durante el
vuelo de regreso de Río de Janeiro a Roma a los periodistas que le acompañaban
que “si una persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad quien
soy yo para juzgarla”, palabras que han levantado una gran expectación y que
han sido interpretadas por algunos como un “cambio de época” en
la Iglesia.
Sin embargo, el papa
Bergoglio con la frase que siguió a la anterior: “el Catecismo de la
Iglesia Católica explica y dice que no se debe marginar a esas personas y que
deben ser integradas en la sociedad”, mostró que no hay nada nuevo en sus
palabras, salvo tal vez la forma y el tono, sencillo, llano, de decir lo mismo.
El catecismo dice en el
apartado (2357-2359) que un número apreciable de hombres y mujeres presentan
tendencias homosexuales profundamente arraigadas y que “esta inclinación,
objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica
prueba”.
“Deben ser acogidos con
respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de
discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de
Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor
las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición”.
El papa Bergoglio siguió
esa línea a la hora de expresarse sobre los gais y no manifestó ningún
comentario que fuese contrario o supusiese un cambio radical a lo que dice el
Catecismo.
Este, apoyándose en la
Sagrada Escritura, considera las relaciones homosexuales “depravaciones
graves, “actos intrínsecamente desordenados, contrarios a la ley natural y
que no pueden recibir aprobación en ningún caso”.
Sobre las mujeres,
Francisco abogó por un mayor papel para ellas en la Iglesia, pero rechazó que
puedan acceder al sacerdocio al señalar que sobre ese tema “la Iglesia ha
hablado y ha dicho no”.
“Lo dijo Juan Pablo II con
una formulación definitiva. Esa puerta está cerrada”, afirmó. Más claro no pudo
ser.
No obstante, al igual que
el papa Wojtyla, que publicó la carta Apostólica sobre la dignidad de las
mujeres “Mulieris Dignitatem, y Benedicto XVI que exigió que se les
reconozcan los mismos derechos que al hombre, Francisco está de acuerdo en que
debe aumentar el papel de la mujer en la Iglesia, pero no hasta el sacerdocio.
“Su papel no es sólo la
maternidad, ser madre de familia. Es más fuerte, es el icono de la Virgen, la
que ayuda a crecer a la Iglesia”, dijo Francisco, que insistió en que una mujer
tiene que ser en la Iglesia “algo más que ser monaguillo o presidenta de
Cáritas”.
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