Con estas penetrantes
palabras del profeta Joel, la liturgia nos introduce hoy en la Cuaresma,
indicando en la conversión del corazón la característica de este tiempo de
gracia. El llamamiento profético constituye un desafío para todos nosotros,
ninguno excluido, y nos recuerda que la conversión no se reduce a formas exteriores
o a vagos propósitos, sino que implica y transforma toda la existencia a partir
del centro de la persona, desde la conciencia. Estamos invitados a emprender un
camino en el cual, desafiando la rutina, nos esforzamos por abrir los ojos y
los oídos, pero sobre todo, abrir el corazón, para ir más allá de nuestro
«huertecito».
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