Adicción |
¿De qué manera?
Simplemente, privándole de
la capacidad de ser varón, ya que la masculinidad consiste en saber renunciar a
uno mismo por la persona amada. Precisamente por eso, San Pablo recuerda a los
maridos cómo tiene que ser su amor: “Maridos,
amen a su esposa, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella”. Así es
la verdadera masculinidad, ya que solamente un hombre maduro resulta capaz de
amar de esta manera.
La pornografía crea en el
hombre una imagen falsa de la masculinidad y de la feminidad basada en
comportamientos sexuales, y con frecuencia en desviaciones sexuales. En vez de
buscar el bien de la mujer, renunciando a sí mismo, el varón despoja a la mujer
de su dignidad, para satisfacer sus propios deseos.
No nos engañemos: nadie
siente respeto ni admiración por las mujeres que se exhiben en la pornografía. Si
una imagen pornográfica no produce excitación, nadie le presta atención. El valor
de la mujer en la pornografía se reduce a su capacidad de estimular excitación,
independientemente de qué tipo de persona sea.
Como consecuencia de ello,
el hombre rechaza el amor de Dios, a quien debería de imitar en el amor, lo
cual conduce únicamente a la frustración y al descontento.
En la pornografía el
hombre percibe a la mujer solo como una fuente de placer, como algo que tiene
que saciar sus necesidades eróticas. La pornografía crea adicción, pero no da
la satisfacción.
Solamente el amor
verdadero ofrece una satisfacción autentica, que se expresa al experimentar el
amor mutuo y en la presencia de Jesús dentro de la unión conyugal.
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