lunes, 1 de julio de 2013

PADRES ABUSIVOS

No es la forma de educar
Nos liberamos al saber que no tenemos que ser víctimas de nuestro pasado, y que podemos aprender nuevos modos de responder. Pero hay un paso más allá de este reconocimiento…Es el paso del perdón. El perdón es el amor practicado entre personas que aman pobremente; nos libera sin esperar nada en cambio. Henri j. m. Nouwen


Hoy en día mucha gente trata de sanar un pasado destrozado. Las vidas de innumerables personas han sido profundamente dañadas por haber sufrido cuando eran niños, ya sea psicológicamente, físicamente o, peor que todo eso, sexualmente. Los programas de televisión y las revistas tratan a diario de estos temas. En un programa tras otro los sobrevivientes comparten sus historias dolorosas ante un público hastiado e indiferente. Sin embargo, por más que se desnuden el alma, parecería que eso no les trae la sanación que buscan.

Tal vez lo más difícil de todo es perdonar el abuso sexual de un niño. La víctima – la niña, el niño – siempre es completamente inocente, mientras que el violador, el adulto, siempre es totalmente culpable. ¿Y por qué los inocentes habrían de perdonar a los culpables? Es triste observar que muchas personas que fueron víctimas de abuso sexual en su infancia se imaginan que de alguna forma ellos son los culpables, que provocaron o hasta se merecían ese ultraje. Para ellos, perdonar parecería confirmar que efectivamente es así.

Por supuesto, no es verdad, todo lo contrario. El perdón es necesario sencillamente porque ambos, víctima y violador, aprisionados por una oscuridad que comparten, permanecerán encadenados a esa oscuridad hasta que alguien les abra la puerta. El perdón es la única salida y, aunque nuestro adversario prefiera quedarse en la oscuridad, esto no ha de detenernos. Si le dejamos la puerta abierta, hasta puede que nos siga en el camino hacia la luz.


Lo que importa es que perdonemos y que nos abramos a la obra de Dios. Entonces sí que pueden ocurrir milagros. Puede que en ocasiones surjan recuerdos dolorosos para enturbiar las aguas, pero no debemos permitirles que nos empañen la vista. Aunque no podamos olvidar, debemos creer que sí podemos perdonar; y cuando hayamos perdonado, empezaremos a sanar.

Hay que educar con amor y con el ejemplo

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