La libertad es la medida
de la dignidad y de la grandeza del hombre. Vivir la libertad que los
individuos y de los pueblos buscan es un gran desafío para el crecimiento
espiritual del hombre y para la vitalidad moral de las naciones.
La cuestión fundamental,
que hoy todos debemos afrontar, es la del uso responsable de la libertad, tanto
en su dimensión personal como social. Es necesario, que nuestra reflexión se
centre sobre la cuestión de la estructura moral de la libertad, que es la
arquitectura interior de la cultura de la libertad.
La libertad no es
simplemente ausencia de tiranía o de opresión, ni es licencia para hacer todo
lo que se quiera. La libertad posee una lógica interna que la cualifica y la
ennoblece. Está ordenada a la verdad y se realiza en la búsqueda y en el
cumplimiento de la verdad. Separada de
la persona humana, la libertad decae en la vida individual en libertinaje, y en
la vida política, en la arbitrariedad de los más fuertes y en la arrogancia del
poder.
Por eso, lejos de ser una
limitación o amenaza, la referencia a la verdad sobre el hombre, verdad que
puede ser conocida universalmente gracias a la ley moral inscrita en el corazón
de cada persona.
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