Así empezó nuestra
formación permanente en la provincia de los Altos el día de ayer. Fue un día de
mucha enseñanza, dos intervenciones que alimentó mucho nuestro conocimiento,
muy agradecido con todos los Obispos, gracias por la preocupación de sus sacerdotes.
Algunos textos del p. Nelson fue lo siguiente:
Siempre
se ha hablado bien y mal de los sacerdotes. Pensar que hacerlo es una moda de
la posmodernidad no es del todo preciso. Santos, historiadores, literatos,
filósofos, analistas, psicólogos, científicos, creyentes y ateos, han dicho
algo bueno o malo sobre la persona del sacerdote, desde San Agustín hasta Pepe
Rodríguez hay crítica creyente o increyente sobre su comportamiento.
Ciertamente han existido siempre escándalos lamentables que producen daño a la
Iglesia y a su credibilidad (DMVP 82), pero tal vez ese no sea el centro de la
crisis presbiteral de que tanto se habla hoy.
Es
más preciso poner el acento en otro punto que es esencial a nuestra condición
cristiana. El documento de síntesis de Aparecida (100f) había vislumbrado como
peligrosa para la fe de nuestros pueblos una tendencia a la supresión de la
trascendencia y consecuente abandono de la práctica religiosa.
Por el mismo
camino se encauza el Nuevo Directorio para el Ministerio y Vida de los
presbíteros, que en su presentación ha fijado su atención en el elemento
trascendental de la existencia humana y cristiana, afirmando que la crisis
general del cristianismo y de la sociedad, en todos sus estamentos se debe
precisamente a la tendencia a vivir la vida en una proyección horizontal,
dejando a un lado o neutralizando la dimensión de lo trascendente.
El efecto
más deletéreo que ha causado esta situación, según el directorio, es la crisis
del ministerio sacerdotal, crisis que por una parte se manifiesta en la
sensible reducción de las vocaciones y, por otra, en la difusión de un espíritu
de verdadera pérdida de sentido sobrenatural de la misión sacerdotal.
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