Estos
cambios bruscos en la concepción de Dios, del hombre, del mundo, de la
sociedad, de la historia, de la vida… traen consecuencias en todos los ámbitos
de la vida social, impactando todo, también, naturalmente, la religión.
Nos
interesa en este momento, como pastores de la Iglesia, saber cómo este fenómeno
afecta nuestra vida ministerial y la búsqueda infatigable del Rostro de Dios,
interpelados en esta hora por nuevos lenguajes del dominio técnico, que no
siempre revelan sino que también ocultan el sentido divino de la vida humana
redimida en Cristo. Sin una percepción clara del misterio de Dios, se vuelve
opaco el designio amoroso y paternal de una vida digna para todos los seres
humanos (Cfr. Aparecida 35).
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