sábado, 12 de abril de 2014

LA CONVERSIÓN


Convertirse significa cambiar de vida, pasar del pecado a la vida de Dios, conformar nuestra vida con la de Jesús para que se realice el designo del amor de Dios. Convertirse es pasar de una de cansada a tibia a una fe viva, activa y entusiasma.

Se puede decir en cierto sentido que la conversión coincide con el perdón de Dios. De hecho, es su perdón que produce la conversión, aunque con nuestra libre colaboración. Nos convertimos cuando la gracia de Dios que ha conseguido cambiar nuestro corazón.

Para entender la Confesión y convencernos de aprovecharla, es preciso conocer y reconocer el amor misericordioso de Jesús hacia los pecadores. Los Evangelios nos dicen al respecto algo muy interesante.

Jesús busca a los pecadores.
Hasta declara solemnemente que por eso vino a  la tierra; No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores (Mc. 2,17)

Jesús se presenta como amigo de los pecadores.
Actúa con ellos con delicadeza y ternura lo mismo que con los enfermos; hasta come con ellos causando escándalo entre los fariseos: ¿Cómo así que come y bebe con los pecadores? (Mt. 11, 18-19)

Ningún pecador se siente mal cuando encuentra a Jesús.

Jesús revela que Dios goza cuando puede perdonar. Les digo que habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión (Lc. 15,7)

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