Que entre los confesores haya diferencias de
estilos es normal, pero estas diferencias no pueden afectar a la sustancia, es
decir, la sana doctrina moral y la misericordia. Ni el laxista ni el rigorista
da testimonio de Jesucristo, porque ni el uno ni el otro se hace cargo de la
persona que encuentra. El rigorista se lava las manos… De hecho la ata a la ley
entendida de forma fría y rígida; el laxista se lava las manos, solo
aparentemente es misericordioso, pero en realidad no se toma en serio el
problema de esa conciencia, minimizando el pecado.
La verdadera misericordia se
hace cargo de la persona, la escucha atentamente, lo enfoca con respeto y con
verdad a la situación, y la acompaña en el camino de la reconciliación. Y esto
es cansando sí, realmente. El sacerdote realmente misericordioso se comporta
como el Buen Samaritano… pero ¿por qué lo hace? Porque su corazón es capaz de
compasión, ¡es el corazón de Cristo!
Sabemos bien que ni el laxismo ni el rigorismo hacen
crecer la santidad. Quizá algunos rigoristas parecen santos, santos, pero
pensad en Pelagio, después lo hablamos.
No santifican al
sacerdote y no santifican al fiel. Ni el laxismo ni el rigorismo. La
misericordia sin embargo acompaña al camino de la santidad, la hace crecer… Es
demasiado trabajo para un párroco, es verdad, es demasiado trabajo. ¿De qué
forma? A través del sufrimiento pastoral, que es una forma de la misericordia.
¿Qué significa sufrimiento pastoral? Quiere decir sufrir para y con las
personas, y esto no es fácil, sufrir como un padre y una madre sufren por los
hijos. Y me permito decir, también con ansiedad.
Pero ¿cuántos de
nosotros lloramos delante del sufrimiento de un niño, delante de la destrucción
de una familia, delante de tanta gente que no encuentra el camino?
Y el llanto de un
sacerdote. ¿Tú lloras? ¿O en este presbiterio hemos perdido las lágrimas?
¿Lloras por tu pueblo? ¿Haces la oración de intercesión delante del
tabernáculo? ¿Tú luchas con el Señor por tu pueblo, como Abraham ha luchado: Y
si fueran menos, si fueran 25, 20. Una oración valiente de intercesión.
Nosotros hablamos de parresía de valentía apostólica, pensamos en los planes
pastorales, pero la misma parresía es necesaria en la oración. ¿Luchas con el
Señor? ¿Discutes con el Señor como hizo Moisés? Cuando el Señor estaba cansado,
agotado de su pueblo y decía: ‘a estos les destruiré a todos y te haré jefe de
otro pueblo’ ¿no? ‘Si tú destruyes el pueblo destrúyeme también a mí’. Pero
estos tenían pantalones y yo hago la pregunta: ¿tenemos los pantalones para
luchar con Dios por nuestro pueblo?
Y hago otra pregunta: la noche, ¿cómo
concluye tu jornada? ¿Con el Señor? ¿O con la televisión? Y veo muchas sonrisas
aquí, también yo sonrío. ¿Cómo es tu relación con los que ayudan a ser más
misericordiosos? Es decir, ¿cómo es tu relación con los niños, con los
ancianos, con los enfermos? ¿Sabes acariciarles o te avergüenzas de acariciar
un anciano? No tener vergüenza de la carne de tu hermano.
Al final, seremos
juzgados sobre cómo hemos sabido acercarnos a “cada carne”. Isaías… no os
avergoncéis de la carne de vuestro hermano. “Hacerse prójimo”, la proximidad,
cercanía. Hacerse prójimo a la carne del hermano. El sacerdote y el levita que
pasaron antes que el buen samaritano no supieron acercarse a esa persona
abatida por los bandidos. Su corazón estaba cerrado, y tenían sus
justificaciones. Sin embargo aquel samaritano abre su corazón, quizá el
sacerdote ha mirado el reloj y ha dicho ‘no puedo llegar tarde a misa…’ Muchas
veces tomamos las justificaciones para dar la vuelta al problema, a la persona.
El otro levita, el doctor de la ley ha dicho ‘no puedo hacer esto porque si
hago esto mañana tendré que ir con un testigo, perderé tiempo’. Las excusas…
Tendrán un corazón cerrado, pero el corazón cerrado se justifica siempre de lo
que no hace… Sin embargo el samaritano se deja conmover en las entrañas y este
movimiento interior se traduce en acción práctica, en una intervención concreta
y eficaz para ayudar a esa persona. Al final de los tiempos, será admitido a
contemplar la carne glorificada de Cristo solo quien no haya tenido vergüenza
de la carne de su hermano herido y excluido.
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