viernes, 4 de abril de 2014

¿QUÉ SIGNIFICA MISERICORDIA PARA LOS SACERDOTES? ( II PARTE )


Que entre los confesores haya diferencias de estilos es normal, pero estas diferencias no pueden afectar a la sustancia, es decir, la sana doctrina moral y la misericordia. Ni el laxista ni el rigorista da testimonio de Jesucristo, porque ni el uno ni el otro se hace cargo de la persona que encuentra. El rigorista se lava las manos… De hecho la ata a la ley entendida de forma fría y rígida; el laxista se lava las manos, solo aparentemente es misericordioso, pero en realidad no se toma en serio el problema de esa conciencia, minimizando el pecado. 
La verdadera misericordia se hace cargo de la persona, la escucha atentamente, lo enfoca con respeto y con verdad a la situación, y la acompaña en el camino de la reconciliación. Y esto es cansando sí, realmente. El sacerdote realmente misericordioso se comporta como el Buen Samaritano… pero ¿por qué lo hace? Porque su corazón es capaz de compasión, ¡es el corazón de Cristo!
Sabemos bien que ni el laxismo ni el rigorismo hacen crecer la santidad. Quizá algunos rigoristas parecen santos, santos, pero pensad en Pelagio, después lo hablamos.
No santifican al sacerdote y no santifican al fiel. Ni el laxismo ni el rigorismo. La misericordia sin embargo acompaña al camino de la santidad, la hace crecer… Es demasiado trabajo para un párroco, es verdad, es demasiado trabajo. ¿De qué forma? A través del sufrimiento pastoral, que es una forma de la misericordia. ¿Qué significa sufrimiento pastoral? Quiere decir sufrir para y con las personas, y esto no es fácil, sufrir como un padre y una madre sufren por los hijos. Y me permito decir, también con ansiedad.
Pero ¿cuántos de nosotros lloramos delante del sufrimiento de un niño, delante de la destrucción de una familia, delante de tanta gente que no encuentra el camino?

Y el llanto de un sacerdote. ¿Tú lloras? ¿O en este presbiterio hemos perdido las lágrimas? ¿Lloras por tu pueblo? ¿Haces la oración de intercesión delante del tabernáculo? ¿Tú luchas con el Señor por tu pueblo, como Abraham ha luchado: Y si fueran menos, si fueran 25, 20. Una oración valiente de intercesión. Nosotros hablamos de parresía de valentía apostólica, pensamos en los planes pastorales, pero la misma parresía es necesaria en la oración. ¿Luchas con el Señor? ¿Discutes con el Señor como hizo Moisés? Cuando el Señor estaba cansado, agotado de su pueblo y decía: ‘a estos les destruiré a todos y te haré jefe de otro pueblo’ ¿no? ‘Si tú destruyes el pueblo destrúyeme también a mí’. Pero estos tenían pantalones y yo hago la pregunta: ¿tenemos los pantalones para luchar con Dios por nuestro pueblo? 
Y hago otra pregunta: la noche, ¿cómo concluye tu jornada? ¿Con el Señor? ¿O con la televisión? Y veo muchas sonrisas aquí, también yo sonrío. ¿Cómo es tu relación con los que ayudan a ser más misericordiosos? Es decir, ¿cómo es tu relación con los niños, con los ancianos, con los enfermos? ¿Sabes acariciarles o te avergüenzas de acariciar un anciano? No tener vergüenza de la carne de tu hermano. 
Al final, seremos juzgados sobre cómo hemos sabido acercarnos a “cada carne”. Isaías… no os avergoncéis de la carne de vuestro hermano. “Hacerse prójimo”, la proximidad, cercanía. Hacerse prójimo a la carne del hermano. El sacerdote y el levita que pasaron antes que el buen samaritano no supieron acercarse a esa persona abatida por los bandidos. Su corazón estaba cerrado, y tenían sus justificaciones. Sin embargo aquel samaritano abre su corazón, quizá el sacerdote ha mirado el reloj y ha dicho ‘no puedo llegar tarde a misa…’ Muchas veces tomamos las justificaciones para dar la vuelta al problema, a la persona. 
El otro levita, el doctor de la ley ha dicho ‘no puedo hacer esto porque si hago esto mañana tendré que ir con un testigo, perderé tiempo’. Las excusas… Tendrán un corazón cerrado, pero el corazón cerrado se justifica siempre de lo que no hace… Sin embargo el samaritano se deja conmover en las entrañas y este movimiento interior se traduce en acción práctica, en una intervención concreta y eficaz para ayudar a esa persona. Al final de los tiempos, será admitido a contemplar la carne glorificada de Cristo solo quien no haya tenido vergüenza de la carne de su hermano herido y excluido.

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