Negación de Pedro |
Claro que es Dios quien
perdona; es su amor que nos empuja a darnos cuenta de nuestro pecado y a pedir
perdón. Tu capacidad de pedir perdón viene de Él.
Pero el perdón de Dios no
es algo privado entre Dios y tú, necesita una señal que lo haga visible, y dicha visibilidad la
da el sacerdote, que a pesar de ser hombre pecador como los demás, en la
Confesión está en lugar de Dios, lo representa y tiene sus mismos poderes.
Representa también la
comunidad que, como dijimos antes, queda afectada negativamente por nuestro
pecado. Esto puede producirse en manera directa (criticar a otras personas), o
indirecta (no se refiere a una persona particular pero compromete a otros en
situación de pecado), o rebajando el
nivel moral y religioso del ambiente, o aumentado el poder del mal en el mundo. Jesús mismo dio a los sacerdotes el poder de perdonar los
pecados. {Él les volvió a decir: La paz
esté con ustedes. Así como el Padre me envió a mí, así los envió a ustedes”.
Dicho esto sopló sobre ellos: “Reciban el Espíritu Santo: a quienes ustedes
perdonen, quedes perdonados, y a quienes no libren de sus pecados, queden
atados (Jn 20, 21-23).
En el sacramento de la
Reconciliación es evidente la misericordia de Dios. De hecho, la Confesión no
es un lujo sino una necesidad; no se
merece, es donada. Confesar los
pecados no es problema para quien es consciente de sus faltas, está arrepentido
y quiere mejorar.
Entonces lo tomaron preso
y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote, donde entraron, Pedro lo seguía de
lejos. Como los servidores habían encendido el fuego en medio del patio y
estaban sentados alrededor, Pedro vino a sentarse con ellos. Una muchacha de
la casa lo vio sentado junto al fuego y,
mirándolo fijamente, dijo: Este también
estaba con él. Pero Pedro lo negó, diciendo: Mujer, no lo conozco.
Poco después, otro exclamó
al verlo: Tú también eres uno de ellos.
Pero Pedro respondió: No, hombre, no lo soy. Como una hora más tarde, otro
afirmaba con insistencia: Seguramente
éste también estaba con él, y además es galileo, Pedro dijo entonces: Amigo, no entiendo lo que dices.
Y en el mismo momento en
que Pedro hablaba, un gallo cantó. El Señor se volvió y fijó la mirada en
Pedro. Entonces Pedro se acordó de que
el Señor e había dicho: Hoy, antes que
cante el gallo, tú me negarás tres veces”. Y, saliendo afuera, lloró
amargamente (Lc 22, 54-62).
Pedro ha entendido su
erro, en la mirada de Jesús ha descubierto la misericordia y su amor que ha
triunfado sobre el pecado.
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