viernes, 11 de abril de 2014

NO RECUERDO MIS PECADOS

Hay que reconocer nuestros pecados

Primero hay que poner mucho cuidado a la fácil superficialidad que nos condiciona, y superarla. En todo caso el sacerdote puede también ayudarte. Con la buena voluntad esta es una dificultad seguramente superable.

Me da vergüenza decir ciertos pecados: Hay que superar la vergüenza al momento de confesarse; sería  bueno que te diera vergüenza más bien  en el momento de la tentación.

Claro que es más fácil superar esta dificultad si se tiene un sacerdote conocido y de confianza, que además de perdonarnos los pecados, es también nuestro guía espiritual. Con el guía se habla de las cosas que dan sufrimiento, de las alegrías de nuestro futuro, de la fatiga y de la belleza que conlleva el seguir los caminos de Jesús.

El elemento principal no es confesar nuestros pecados, sino arrepentirnos, reconciliarnos con Dios y con los hermanos.

A menudo me pasa que no digo todos los pecados: Para recibir el perdón en la Reconciliación hay que confesar todos los pecados graves cometidos después de la última Confesión bien hecha.

Si la Confesión es incompleta porque se calle voluntariamente algún pecado grave, no se recibe el perdón por ningún pecado, y además se comete un pecado llamado sacrilegio, porque se profana el sacramento.

Es importante saber que el sacerdote no es quien para  juzgar o condenar por los pecados que se confiesan; su tarea es ser signo de la misericordia de Dios y garantizar su perdón. Es Dios quien perdona; el sacerdote es sólo ministro del perdón.

Además el sacerdote toma el gravísimo compromiso del secreto absoluto acerca de los pecados conocidos durante la Confesión. Por ningún motivo puede revelarlos  a nadie.

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