Matrimonio |
Podemos hacer mención de
algunos escritores famosos personalistas como por ejemplo: Dietrich Von
Hildebran y Herbert Doms. Hildebrand hizo insistencia en la relación de amor que significa el
matrimonio, Doms en cambio consideraba que la esencia del matrimonio residía en
la unión física, y que su fin era la realización de los cónyuges como personas.
Von Hildebran, insiste que el acto conyugal ha de mantenerse abierto a la vida,
afirma que el acto “ya en sí posee pleno sentido” y debe entenderse como la
plena atracción del amor conyugal.
Muchos pensadores
personalistas se mostraron hostiles o al menos críticos de la noción de una
jerarquía de fines, sosteniendo que ofrecía una visión del matrimonio
excesivamente institucional, en la que la importancia dada al aspecto o
finalidad procreativa descuidaba o incluso excluía el aspecto de realización
personal que el hombre y la mujer naturalmente tienden a buscar cuando se
casan, todas estas cuestiones pasó en el pontificado de Pío XII, y perdura
hasta nuestros días.
Pío XII insistió en que
ha de evitarse la tendencia que considera el fin secundario como igualmente
principal, desvinculándolo de su esencia subordinada al fin primario y reprobó
toda indebida división o separación del
acto conyugal de su fin primario. Lo más importante es que a pesar de la
oposición que ciertas expresiones del personalismo encontraron durante el
pontificado de Pío XII, la línea general de la teoría no perdió fuerza. No sólo
emergieron en pleno vigor, en las aulas conciliares, durante los cuatro años
del Concilio Vaticano II, sino que se llevaron lo que, a ojos d muchos, ha sido
una victoria definitiva.
El Concilio Vaticano II
fue claro en la constitución Gaudium et
Spes, cuando describe al matrimonio como la íntima comunidad conyugal de
vida y amor, presenta el consentimiento matrimonial como mutua entrega de dos
personas, e insiste que marido y mujer, al ayudar y servirse mutuamente,
adquieren conciencia de su unidad y la logran cada vez más plenamente, n. 48.
Por tanto, este amor por ser eminentemente humano, ya que va de persona a
persona don el afecto de la voluntad, abarca el bien de toda la persona y, por
tanto es capaz de enriquecer con una dignidad especial las expresiones del
cuerpo y del espíritu y de ennoblecerlas como elementos y señales específicas
de la amistad conyugal.
Un amor que lleva a los esposos a un don libre y mutuo
de sí mismos, comprobado por sentimientos y actos de ternura, e impregnan toda
su vida. La constitución también subraya la igual dignidad personal del hombre
y de la mujer en el mutuo y pleno amor. Mientras que se afirma que el
matrimonio ha sido dotado por Dios con fines varios.
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