En
este apartado debemos tener muy en cuenta de que la eucaristía, los
sacramentos, la liturgia de las horas, etc., son celebraciones, y celebrar es
una palabra que pide cantar, porque es una manifestación visible, audible,
sensible y gozosa de realidades invisibles, “de acontecimientos salvíficos
actualizados en aquel día, en aquella fiesta, en aquella hora, vividos
intensamente en la fe de la Iglesia por la asamblea litúrgica, congregada en la
presencia regocijante del Señor resucitado, como comunidad que se expresa en la
Palabra de Dios que se proclama, se desborda con cantos que responden en
concordia de voces y corazones, que se unen en oración común que les hace más
fuertes, en actitudes y gestos corporales comunitarios.”
En
una verdadera celebración, todo canta. Una
bella celebración en todos sus aspectos, sin olvidar los cantos, es la mejor
invitación a participar en ella.
La
melodía de los cantos
Los
fieles en la actualidad, no están educados para la melodía, están privados de
degustar una bella melodía, porque se han acostumbrado al ritmo insistente,
chirriante etc. Los fieles, en muchos casos, se rigen según el principio en el
que: entre más ritmo, menos melodía.
Melodía,
para ellos es sinónimo de canción romántica, música lenta, baladas, boleros,
etc. Y esto repercute en la liturgia,
cuando introducen canciones románticas, espirituales, lentas, que confunden el yo
del alma orante con el personalismo individualista, la sensibilidad con la
sensiblería, en resumen, el canto va dirigido al corazón, a los sentimientos, y
no alcanza su cometido, la trascendencia a Dios.
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