1.
Fácil
y sencilla en cuanto a su estructura, lo cual no significa vulgar o sin
ideas. La melodía requiere forma, fraseo, cuadratura.
2.
Melódica
y no estridente.
3.
Que
a cada sílaba corresponda su nota musical.
4.
Que
evoque un mundo de misterio y trascendencia.
5.
Que
sea servidora de la Palabra: es decir que sea una melodía con gran adherencia
al texto, que permita cantar la palabra, en resumen la música debe hacer gustar
el texto.
Por
consiguiente “hay que lograr una simbiosis lo más perfecta posible entre el
género musical y el contenido del texto, entre el momento ritual y la comunidad
concreta que canta. No toda música es
válida para una letra, para un momento litúrgico o para una asamblea concreta,
sino que a veces la música dispersa y distorsiona.”
De
esta unión de la plegaria (oración) y del canto, brota la plegaria cantada, que
es la forma más perfecta que el alma puede emplear para expresar a Dios su fe y
su amor.
Hay
que hacer resaltar que las buenas
melodías han nacido para un texto determinado concreto, por tanto hay que
respetar el texto de la melodía y no cambiar, adaptar o traducir textos para
una melodía, por muy bonita que sea. “La melodía dice San Basilio hace deseable
y agradable el texto como la miel que se añade a la medicina para darle buen
sabor. La melodía ha de permitirnos
cantar y alabar a Dios con gusto y júbilo, con alegría y sencillez de corazón.”
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