El
pecado tiene una doble consecuencia. El pecado grave nos priva de la comunión
con Dios y por ello nos hace incapaces de la vida eterna, cuya privación se
llama la “pena eterna” del pecado.
Por
otra parte, todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las
creaturas que tienen necesidad de purificación, sea aquí abajo, sea después de
la muerte, en el estado que se llama Purgatorio.
Esta
purificación libera de la que se llama la “pena temporal” del pecado. Estas dos
penas no deben ser concebidas como una especie de venganza, infligida por Dios
desde el exterior, sino como algo que brota de la naturaleza misma del pecado.
Una
conversión que procede de una ferviente caridad puede llegar a la total
purificación del pecado, de modo que no subsistiría ninguna pena (cf. Concilio
de Trento: DS 1712-1713; 1820)
La pena en nuestra alma |
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ResponderEliminarEl pecado tiene una doble consecuencia: la culpa y la pena. La culpa se perdona en la Confesión; la pena, con la oración, la penitencia y las obras de caridad. Esto segundo muchas veces la olvidamos. Esto es lo que tendremos que limpiarnos en el Purgatorio, nos ayude Dios para que siquiera allí podamos llegar...
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