El maestro narró a sus alumnos el siguiente relato:
Un hombre que iba por el camino tropezó con una gran piedra. La recogió y
la llevó consigo. Poco después tropezó con otra, igualmente la cargó. Todas las
piedras con que iba tropezando las cargaba, hasta que aquel peso se volvió tan
grande que el hombre ya no pudo caminar.
¿Qué piensan ustedes de ese hombre? Preguntó el maestro.
Que es un necio “respondió uno de los alumnos” ¿Para qué cargaba las
piedras con que tropezaba?
Dijo el maestro: Eso es lo que hacen aquellos que cargan las ofensas que otros
les han hecho, los agravios sufridos, y aun la amargura de las propias
equivocaciones. Todo eso lo debemos dejar atrás, y no cargar las pesadas
piedras del rencor contra los demás o contra nosotros mismos.
Si
hacemos a un lado esa inútil carga, si no la llevamos con nosotros, nuestro
camino será más ligero y nuestro paso más seguro.
Así dijo el Maestro, y los alumnos se hicieron el propósito de no cargar
nunca el peso del odio o del resentimiento.
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