miércoles, 2 de octubre de 2013

HOMBRE Y MUJER LOS CREÓ



"Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen... Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación, y consiguientemente  la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión" (Juan Pablo II, Exhortación apostólica Familiaris consortio sobre la misión de la familia cristiana en el mundo actual, 1981, número 11).

"Dios creó el hombre a imagen suya... hombre y mujer los creó" (Génesis 1, 27). "Creced y multiplicaos" (Génesis 1, 28); "el día en que Dios creó al hombre, le hizo a imagen de Dios. Los creó hombre y mujer, los bendijo.

La sexualidad abraza todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma. Concierne particularmente a la afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de manera más general, a la aptitud para establecer vínculos de comunión con otro.

Corresponde a cada uno, hombre y mujer, reconocer y aceptar su identidad sexual. La diferencia y la complementariedad físicas, morales y espirituales, están orientadas a los bienes del matrimonio y al desarrollo de la vida familiar. La armonía de la pareja humana y de la sociedad depende en parte de la manera en que son vividas entre los sexos la complementariedad, la necesidad y el apoyo mutuos.

"Creando al hombre varón y mujer, Dios da la dignidad personal de igual modo al hombre y a la mujer" (Familiaris consortio, 22; véase también Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo, 1964, número 49). "El hombre es una persona, y esto se aplica en la misma medida al hombre y a la mujer, porque los dos fueron creados a imagen y semejanza de un Dios personal" (Juan Pablo II, Carta pastoral Mulieris dignitatem sobre la dignidad y vocación de la mujer, 1988, número 6).

Cada uno de los dos sexos es, con una dignidad igual, aunque de manera distinta, imagen del poder y de la ternura de Dios. "El hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne" (Génesis 2, 24). De esta unión proceden todas las generaciones humanas.


Jesús vino a restaurar la creación en la pureza de sus orígenes. En el Sermón de la Montaña interpreta de manera rigurosa el plan de Dios: "Habéis oído que se dijo: “no cometerás adulterio”. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón" (Mateo 5: 27-28). 

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