jueves, 6 de marzo de 2014

EL MATRIMONIO ES UN TRABAJO ARTESANAL

Un amor para siempre

Santidad, en estos meses estamos haciendo tantos preparativos para nuestra boda. ¿Puede darnos algún consejo para celebrar bien nuestro matrimonio?

Haced que sea una verdadera fiesta, porque ¡el matrimonio es una fiesta, una fiesta cristiana, no una fiesta mundana! El motivo más profundo de la alegría de aquel día lo indica el Evangelio de Juan: ¿Recordáis el milagro de las bodas de Caná? En un momento determinado el vino se acaba y la fiesta parece arruinada. Imagínense terminar la fiesta tomando te… No, ¡no va! 

¡Sin vino no hay fiesta! Por sugerencia de María, en aquel momento Jesús se revela por primera vez y da un signo: transforma el agua en vino y, haciendo eso, salva la fiesta del desposorio. Cuanto ha sucedido en Caná, dos mil años atrás, sucede en realidad en cada fiesta nupcial: eso que hace pleno y profundamente verdadero su matrimonio será la presencia del Señor que se revela y dona su gracia. Es su presencia la que ofrece el “vino bueno”, y es Él el secreto de la alegría plena, aquella que calienta realmente el corazón. ¡Es la presencia de Jesús en aquella fiesta! ¡Que sea una bella fiesta, pero con Jesús! ¡No con el espíritu del mundo! ¡No! ¡Aquello se siente, cuando el Señor está allí!

Al mismo tiempo, está bien que el matrimonio de ustedes sea sobrio y haga resaltar aquello que es realmente importante. Algunos están más preocupados por los signos exteriores, por el banquete, por las fotografías, por la ropa, por las flores… son cosas importantes en una fiesta, pero sólo si son capaces de indicar el verdadero motivo de su alegría: aquella bendición del Señor sobre el amor de ustedes. Hagan las cosas de modo que, como el vino de Caná, los signos exteriores de esa fiesta de bodas revelen la presencia del Señor y les recuerden a ustedes y a todos los presentes el origen y el motivo de su alegría en ese día.


Pero hay algo que tú has dicho y que quiero tomar al vuelo, porque no quiero dejarlo pasar. El matrimonio es también un trabajo de todos los días y podría decir un trabajo artesanal, un trabajo de orfebrería, porque el marido tiene la tarea de hacer más mujer a su mujer y la mujer tiene la tarea de hacer más hombre a su marido.

Crecer también en humanidad, como hombre y como mujer. Pero esto se hace entre ustedes. Esto se llama crecer juntos. ¡Pero esto no viene del aire! El Señor lo bendice, pero viene de las manos de ustedes, de sus actitudes, del modo de vivir, del modo de amarse. ¡Háganse crecer! Siempre procuren que el otro crezca. Hay que trabajar para esto. Y así, no sé, pienso en ti que un día irás por la calle de tu pueblo y la gente dirá: “Pero mira aquella, ¡que linda mujer! ¡Qué fuerte! ¡Eh! ¡Con el marido que tiene, se entiende!”. Y también a ti: “Mira ese, mira como es. ¡Con la mujer que tiene, se entiende!” Y es esto, llegar a esto: háganse crecer juntos, el uno al otro. Y los hijos tendrán esta herencia de haber tenido un papá y una mamá que han crecido juntos, haciéndose –uno al otro– más hombre y más mujer.

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