El mal ejemplo |
Algunos padres,
cuando en los libros o charlas de orientación familiar oyen hablar de Dios, o
les hacen alguna consideración sobrenatural, cambian de sintonía y desconectan
por completo. Reaccionan como si dijeran: "Vamos a ser prácticos, por
favor. No me vengas ahora con sermones como si yo fuera un infeliz en busca de
resignación. Quiero soluciones."
La fe es algo
personalísimo de lo que no se puede prescindir, y en ella actúa la iniciativa
de Dios. Y aunque la iniciativa sea de Dios, nuestra respuesta es decisiva. Y a
veces, el griterío de nuestro mundo interior hace imposible oír esa voz, o
nuestra falta de fortaleza y de generosidad hace que no queramos o no podamos
responder. Son tinieblas muchas veces voluntarias, a las que quizá no se quiere
poner remedio porque nuestra conducta interesada ahoga la voz de Dios.
La ignorancia es el
peor enemigo de la fe, puesto que la fe en cualquier cosa exige siempre un
suficiente conocimiento previo. Y esa fe débil bien puede tener su causa en
haber recibido una formación religiosa poco afortunada o impartida por personas
que no han sabido mostrar su grandeza.
Por eso hemos de
ser consecuentes y dedicar el tiempo que sea preciso para tener un conocimiento
de nuestra fe adecuado a nuestro nivel cultural e intelectual. De esta forma,
la experiencia de tantos siglos en la vida de tantas personas nos ayudará a
vivir esas exigencias y a superar las dificultades que se nos presenten, que
quizá no sean tan nuevas. —Sin embargo, hay muchos que creen poco, o que no
practican, pero sí quieren que sus hijos reciban una buena formación cristiana.
El valor de la
formación moral cristiana es algo bastante reconocido, afortunadamente. Y esa
preocupación de esos padres es indudablemente loable y positiva, pero los padres que
quieren que sus hijos crean, pero ellos mismos no practican, suelen fracasar. Si no tienen la fe como parte esencial de su
vida, o si luego desmienten sus palabras con los hechos, es difícil que las
cosas salgan bien. Sin embargo, para muchos padres ha sido precisamente la
preocupación por educar correctamente a sus hijos y darles un buen ejemplo, lo
que les ha llevado por un camino de mayor cercanía a Dios y más profundo
conocimiento de la fe, que ha venido a facilitar su propia coherencia y, en
cierta manera, su conversión.
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