Todos los domingos y fiestas de precepto la comunidad cristiana se reune para celebrar el Misterio Pascual escuchando la Palabra de Dios y tomando parte en la eucaristía (cf. SC 106). Cada uno de estos días el sacerdote, que participa en el grado propio de su ministerio del oficio de Cristo, anuncia a los fieles la divina Palabra y les distribuye el Cuerpo del Señor (cf. LG 28; PO 18).
Se renueva de este modo en el tiempo el gesto de Jesús resucitado do cuando se manifestó a los discípulos de Emaús. Primero les explicó la Palabra «comenzando por Moisés y por todos los profetas” (Lc 24, 27) y, después, «puesto con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio”. El reconocimiento del Señor fue precedido por un largo coloquio en el cual el Maestro “hizo arder el corazón” de los discípulos antes de abrirles los ojos de la fe, para que en los sucesivo, desde la Palabra bíblica que ilumina la situación de los hombres y desde el Pan eucarístico, pudiesen «reconocer al Señor resucitado y sentirle otra vez presente en medio de ellos según su promesa.
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