sábado, 1 de marzo de 2014

TODOS ESTAMOS LLAMADOS A CONSTRUIR LA PAZ

Gonzalo de Villa y Vásquez 

Las palabras de nuestro Obispo Gonzalo de Villa; Dudé a la hora de titular este artículo sobre si ponerle el título que tiene o titularlo “desmontar la violencia”.

 Son reflexiones complementarias porque en verdad en Guatemala no hay modo de construir la paz que no pase por desmontar la violencia que se expresa de manera tan intensa y multiforme en una variedad de expresiones en nuestra vida social y política de carácter colectivo pero también en niveles comunitarios y en niveles familiares. Desde la violencia doméstica hasta la que pudiéramos llamar violencia estructural, los hechos de agresividad, de violencia física y, por qué no llamarlo por su nombre, violencia criminal constituyen una epidemia que nos atenaza.

Esa realidad se vuelve un condicionante externo ante el que nos sentimos oprimidos porque perdemos libertad, perdemos dignidad y perdemos civismo. Pero no es solo condicionante externo; también lo es interno. Los demonios de la violencia nos penetran y nos hacen tener corazones violentos, deseos de venganza, aplausos disimulados —a veces públicos— a prácticas violentas salvajes. Basta leer comentarios de lectores ante noticias de hechos de violencia para encontrar simpatía y apoyo ante linchamientos, prácticas de limpieza social, de venadeo. Con la violencia cada vez más desatada en todo el país la simpatía por apoyar métodos y prácticas violentas se populariza más y más.

En este tema hay también un fenómeno que socialmente se ha ido asimilando por sectores cada vez más amplios en el país y es el hecho de que la violencia resulta eficaz. Elimina enemigos, extorsiona comerciantes, detiene a transeúntes y automovilistas y se obtienen resultados más rápidos que por la vía del diálogo o de la presión cívica. No tiene el mismo grado de gravedad la violencia del que bloquea carreteras que la del que mata choferes de buses, pero lastimosamente la lógica no es diferente: se obtienen resultados y se popularizan procedimientos.

Por ello cuando hablamos de construir la paz pasamos necesariamente por plantearnos la necesidad de establecer una cultura de paz que descalifique socialmente la violencia. Desmontar la violencia pasa por establecer mecanismos que hagan ver al violento como persona socialmente reprensible, como antimodelo para niños y jóvenes, como alguien que es todo menos persona ejemplar. Una cultura de paz no es solo un ideal que quisiéramos alcanzar. Debe ser un propósito determinado que se asuma socialmente como deseable, sin excepciones, salvo aquellas específicamente legisladas.


Construir la paz es una tarea de todos los días en que todos debemos involucrarnos. Pero es importante que estigmaticemos socialmente a los violentos. En nuestro continente, lastimosamente muchos de los héroes populares son violentos y ello refleja la profundidad de la tentación violenta como método legítimo para alcanzar propósitos, independientemente de que estos sean justos o no, legales o no. ¡Construyamos la paz! Texto Original

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si te gustó el artículo, déjame tu comentario.