En nuestra confesión podemos
pensar “me da vergüenza”, es lógico, pero hay que superarla. Hay un hecho
comprobado universalmente: cuanto más te cueste decir algo, tanto mayor será la
paz interior que consigas después de decirlo. Y cuesta, precisamente, porque te
confiesas poco; en cuanto lo hagas con frecuencia, verás cómo superarás esa
vergüenza.
Asimismo, no creas que
eres tan original. Lo que vas a decir, el sacerdote ya lo ha escuchado miles de
veces. A estas alturas de la historia, es difícil creer que puedas inventar
pecados nuevos.
Por último, no te olvides
de lo que nos enseñó un gran santo: el Diablo quita la vergüenza para pecar, y
la devuelve aumentada para pedir perdón. No caigas en su trampa.
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