“¡Señor,
ten compasión de mí! ¡Ay de mí! Mira aquí mis llagas; no las escondo; tú eres
médico, yo enfermo; tú eres misericordioso, yo miserable” (Confesiones, X, 39).
Cristo es el
verdadero “médico” de la humanidad, a quien el Padre celestial envió al mundo
para curar al hombre, marcado en el cuerpo y en el espíritu por el pecado y por
sus consecuencias. Los innumerables signos prodigiosos que realiza en los
enfermos confirman la “buena nueva” del reino de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si te gustó el artículo, déjame tu comentario.