Concelebrando en este lugar Santo donde se dio la Transfiguración del Señor |
Este domingo, el segundo
de Cuaresma, se caracteriza por ser el domingo de la Transfiguración de Cristo.
Durante la Cuaresma, la liturgia, después de habernos invitado a seguir a Jesús
en el desierto, para afrontar y superar con él las tentaciones.
Nos propone ahora, a subir
con él al «monte» de la oración, para contemplar en su rostro humano la luz
gloriosa de Dios.
Los elementos esenciales
son dos: en primer lugar, Jesús sube con sus discípulos Pedro, Santiago y Juan
a un monte alto, y allí «se transfiguró delante de ellos», su rostro y sus
vestidos irradiaron una luz brillante, mientras que junto a él aparecieron
Moisés y Elías.
En segundo lugar, una nube
envolvió la cumbre del monte y de ella salió una voz que decía: «Este es mi
Hijo amado, escuchadlo». La luz divina que resplandece en el rostro de Jesús, y
la voz del Padre celestial que da testimonio de él y manda escucharlo.
Jesús quería que sus
discípulos, de modo especial los que tendrían la responsabilidad de guiar a la
Iglesia naciente, experimentaran directamente su gloria divina, para afrontar
el escándalo de la cruz. En efecto, cuando llegue la hora de la traición y
Jesús se retire a rezar a Getsemaní, tomará consigo a los mismos Pedro,
Santiago y Juan, pidiéndoles que velen y oren con él. Ellos no lo lograrán,
pero la gracia de Cristo los sostendrá y les ayudará a creer en la resurrección.
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