Otra de las grandes
tentaciones del demonio es el pensar que, “siempre me confieso de lo mismo”, Eso
no es problema. Hay que confesar los pecados que uno ha cometido, y es bastante
lógico que nuestros defectos sean siempre más o menos los mismos.
Sería terrible ir
cambiando constantemente de defectos; además, cuando te bañas o lavas la ropa,
no esperas que aparezcan manchas nuevas, que nunca antes habías tenido; la
suciedad es más o menos siempre del mismo tipo. Para desear estar limpio basta
con querer remover la mugre, independientemente de cuán original u ordinaria sea.
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