¡Dios mío!, que odie el
pecado, y me una a Ti, abrazándome a la Santa Cruz, para cumplir a mi vez tu
voluntad amabilísima, desnudo de todo afecto terreno, sin más miras que tu
gloria, generosamente, no reservándome nada, ofreciéndome contigo en perfecto
holocausto.
Para llegar a Dios, Cristo
es el camino; pero Cristo está en la cruz, y para subir a la cruz hay que tener
el corazón libre, desasido de las cosas de la tierra.
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