Nuestra celebración de hoy
comienza con Hosanna y culmina con Crucifícalo. Sin embargo, esto no es un
contrasentido, es más bien el corazón del misterio. El misterio que se quiere
proclamar es el siguiente: Jesús se entregó voluntariamente a su pasión; no ha
sido abatido por las fuerzas superiores a él: Nadie me quita (la vida); yo la
doy de mí mismo (Jn. 10,18).
Es él quien escrutando la voluntad del Padre
comprendió que llegó su hora y la acogió con obediencia libre de hijo y con
infinito amor por los hombres: Sabiendo que ha llegado su hora de pasar de este
mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó
hasta el fin.
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