Hoy, el pasaje del
Evangelio comienza así: “Los apóstoles le dijeron al Señor: “Auméntanos la fe”.
Me parece que todos nosotros podemos hacer nuestra esta invocación. También
nosotros, como los Apóstoles, digamos al Señor Jesús: “Auméntanos la fe”. Sí,
Señor, nuestra fe es pequeña, nuestra fe es débil, frágil, pero te la ofrecemos,
así como es, para que Tú la hagas crecer.
Y, ¿qué nos responde
el Señor?: “Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a este árbol:
“Arráncate de raíz y plántate en el mar”, y les obedecería”. La semilla de la
mostaza es pequeñísima, pero Jesús dice que basta tener una fe así, pequeña, pero
auténtica, sincera, para hacer cosas humanamente imposibles, impensables.
¡Y es verdad! Todos
conocemos a personas sencillas, humildes, pero con una fe muy firme, que de
verdad mueven montañas. Pensemos, por ejemplo, en algunas mamás y papás que
afrontan situaciones muy difíciles; o en algunos enfermos, incluso gravísimos,
que transmiten serenidad a quien va a visitarles. Estas personas, precisamente
por su fe, no presumen de lo que hacen, es más, como pide Jesús en el
Evangelio, dicen: “Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que
hacer”. Cuánta gente entre nosotros tiene esta fe fuerte, humilde, que hace
tanto bien.
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