El “rescate” es lo que uno
paga para recobrar o redimir algo para sí. Al hombre le resulta imposible
rescatarse de la muerte espiritual, pues sólo la vida puede conquistar la
muerte. ¿De dónde puede el hombre encontrar nueva vida? El hombre no tiene con qué
conquistar la muerte para realizar su redención. Su única esperanza es que Dios
mismo lo provea. Y ya lo ha hecho.
Cristo, nuestro Redentor,
ofreció su propia sangre para comprarnos de nuevo para sí. Como
Cristo mismo dijo, él vino “para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo
20.28). Pedro nos dice que somos redimidos, no con cosas corruptibles como
plata y oro, “sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin
mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1.19). Pablo añade su testimonio,
diciendo: “Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres,
Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos” (1 Timoteo
2.5–6).
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