Es muy importante
esta invitación del Padre. Nosotros, discípulos de Jesús, estamos llamados a
ser personas que escuchan su voz y toman en serio sus palabras. Para escuchar a
Jesús es necesario estar cerca de Él, seguirlo, como hacían las multitudes del
Evangelio que lo seguían por los caminos de Palestina. Jesús no tenía una
cátedra o un púlpito fijos, sino que era un maestro itinerante, proponía sus
enseñanzas, que eran las enseñanzas que le había dado el Padre, a lo largo de
los caminos, recorriendo trayectos no siempre previsibles y a veces poco libres
de obstáculos. Seguir a Jesús para escucharle. Pero también escuchamos a Jesús
en su Palabra escrita, en el Evangelio. les hago una pregunta: ¿ustedes leen todos
los días un pasaje del Evangelio?
De este evangelio de
la Transfiguración quisiera tomar dos elementos significativos, que resumo en
dos palabras: subida y bajada. Nosotros necesitamos ir a un lugar apartado,
subir a la montaña en un espacio de silencio, para encontrarnos a nosotros
mismos y percibir mejor la voz del Señor. Esto hacemos en la oración. Pero no
podemos permanecer allí. El encuentro con Dios en la oración nos impulsa
nuevamente a «bajar de la montaña» y volver a la parte baja, a la llanura,
donde encontramos a tantos hermanos afligidos por fatigas, enfermedades,
injusticias, ignorancias, pobreza material y espiritual. A estos hermanos
nuestros que atraviesan dificultades, estamos llamados a llevar los frutos de
la experiencia que hemos tenido con Dios, compartiendo la gracia recibida. Escuchar
a Jesús y donarlo a los demás. No olvidemos «subir»
con la oración y escuchar a Jesús y a «bajar» con la caridad fraterna,
anunciando a Jesús.
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