“Vendido al pecado”
El hombre caído no pertenece
a Dios, sino al diablo y a la muerte. Su estado se describe en las siguientes
palabras: “Soy carnal, vendido al pecado” (Romanos 7.14). Como Esaú, que por
una sola porción de guisado vendió su primogenitura, así el pobre pecador vende
su alma por un solo “pedazo de carne” por medio del cual el diablo lo tienta.
Al ser vendido al pecado entonces el pecador está sin recurso. Ahora él está
condenado a vivir en el mundo sin la vida de Dios, miserable, desamparado y sin
Dios a menos que aplique la gracia adquirido por Jesús en su muerte en la Cruz,
a través de los sacramentos.
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