La Cuaresma es el tiempo litúrgico que precede a la Pascua. El Papa Francisco la describe como “un viaje de retorno a Dios”, que comienza el Miércoles de Ceniza y termina con el Tríduo Pascual.
La Cuaresma es un humilde descenso hacia el interior de nosotros y hacia los demás. Y entender que la salvación no es un ascenso a la gloria, sino un abajarse para amar. Se trata de hacerse pequeños.
El Papa Francisco dice que los 40 días del tiempo de Cuaresma son como "un éxodo de la esclavitud a la libertad” y recuerda que corresponde a "los 40 años en los que el pueblo de Dios recorrió el desierto para volver a su patria" desde Egipto.
Nuestro camino de regreso a Dios está bloqueado por nuestros apegos malsanos, frenado por las trampas seductoras de nuestros pecados, por la falsa seguridad del dinero y las apariencias, por la parálisis de nuestros descontentos. Para emprender este viaje, tenemos que desenmascarar estas ilusiones.
En cuanto a las formas de vivir este tiempo litúrgico, el Evangelio propone tres ámbitos: la limosna, la oración y el ayuno.
La limosna, la oración y el ayuno nos devuelven a las tres realidades que no se desvanecen. La oración nos reúne con Dios; la caridad, con el prójimo; el ayuno, con nosotros mismos. Dios, el prójimo, mi vida: estas son las realidades que no terminan en la nada.
El Señor dice que no sólo hay que hacer obras de caridad, rezar y ayunar, sino que hay que hacer todo esto sin fingir, sin hipocresía. ¡Cuántas veces, en cambio, hacemos algo sólo para que nos aprueben, para quedar bien, para nuestro ego!
Una práctica común entre los católicos es hacer algún sacrificio durante los días de Cuaresma, como renunciar a los dulces. Pero fundamentalmente, como dice el Papa Francisco, este tiempo litúrgico es una oportunidad para responder a la invitación de Dios "a regresar a Él, a redescubrir la alegría de ser amados."
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si te gustó el artículo, déjame tu comentario.