“¡Ven y sígueme!”. He aquí la vocación
cristiana que surge de una propuesta de amor del Señor, y que sólo puede realizarse
gracias a una respuesta nuestra de amor. Jesús invita a sus discípulos a la entrega
total de su vida, sin cálculo ni interés humano, con una confianza sin reservas
en Dios. Los santos aceptan esta exigente invitación y emprenden, con humilde docilidad,
el seguimiento de Cristo crucificado y resucitado. Su perfección, en la lógica de
la fe a veces humanamente incomprensible, consiste en no ponerse ya ellos mismos
en el centro, sino en optar por ir a contracorriente viviendo según el Evangelio.
Para alcanzar la salvación es preciso abrirse
en la fe a la gracia de Cristo, el cual, sin embargo, pone una condición exigente
a quien se dirige a él: “Ven y sígueme” (Mc 10, 21). Los santos han tenido la humildad y
la valentía de responderle “sí”, y han renunciado a todo para ser sus amigos.
Feliz domingo queridos lectores.
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