“Música sagrada, música religiosa,
música de Iglesia: otras tantas expresiones corrientes para designar obras
relacionadas con lo religioso o con el cristianismo. Pero no por eso conciernen siempre a la
liturgia.”[1]
Estos posibles nombres, dados a la
música que hace referencia con la liturgia, hacen referencia a términos
demasiado imprecisos:
Música sagrada: puede designar tanto
una pieza gregoriana, como una música hindú.
Música de Iglesia: evoca la música que
se hace en la Iglesia, bien fuera del culto (por ejemplo en un oratorio), o la
música propia que acompaña la liturgia. Por
tanto “no está dicho que convenga al culto de hoy, ya que muchas obras, en la
historia, han servido para otros contextos, aunque hayan tenido origen religioso.
Estas expresiones son fuente de
confusión y malentendidos, por eso para hacer referencia a la música propio del
culto divino, es mejor utilizar las expresiones: “música de liturgias cristianas;
música ritual de los cristianos, o sencillamente música litúrgica.”[2]
Lo que define a la música en el culto
es que está ordenada por entero al cumplimiento del rito. La música litúrgica
es ante todo un instrumento que ha de permitir unir en una misma acción, aclamar,
meditar, proclamar, etc.
La Música al servicio de la Asamblea
Se ha de recalcar que la música está
al servicio de la Asamblea, que es la que celebra. Aunque es un arte (la
música), se ha de evitar caer en la idolatría de la música. Aunque la música hace progresar a los fieles
en la práctica musical, hay que buscar que los fieles vayan más lejos, que
trasciendan.
La música instrumental
Aunque no son indispensables, los instrumentos, hacen un verdadero servicio a
la asamblea que celebra.
1. Acompañan, por
tanto facilitan el canto.
2. Crean un ambiente
sonoro para los ritos y llenan el espacio.
3. Pueden, de
forma subsidiaria, expresar la voz de la asamblea.
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