jueves, 4 de octubre de 2012

LA MÚSICA SACRA



    “La música sacra está íntimamente unida a la acción litúrgica, expresa con delicadeza la oración, fomenta el sentido de comunidad.”[1]  Ha de ser genuina, es decir, adecuada a la celebración de la Misa o de los sacramentos y demás acciones litúrgicas.

    “La música sacra es la creada para la celebración del culto divino, que solemniza los ritos sagrados, que ayuda a adentrarse en el Misterio que se está celebrando, impulsando a la oración (de alabanza, petición, acción de gracias), que facilita el encuentro con Dios, que unifica a la asamblea y establece comunión con toda la Iglesia universal.”[2]

    La música y el canto litúrgico han sido creadas con dos finalidades:

1.   Contribuir a la edificación de los fieles y ser en verdad dignos del templo donde son ordinariamente las celebraciones.  “No bastaría tomar una canción profana y poner la letra de una composición poética o religiosa.”[3]

2.   El canto debe expresar la infinita belleza de Dios como expresión de sentimientos religiosos, acción poética y valores humanos sensibles a la asamblea.

También el canto, se expresan las ideas, los sentimientos, los deseos y sobre todo, las actitudes interiores que acompañan las celebraciones, por eso “los instrumentos musicales son como una prolongación de la voz humana que encarnan la actitud interior y el sentimiento, haciéndolos vivos y humanos.  Deben acomodarse las ejecuciones a la dignidad de la celebración litúrgica.”[4]


[1] J. García Ibarra, Aprendamos Liturgia, 143.
[2] M. J. de Pablo Bilbatua, La Música en la Liturgia, 15.  
[3] J. García Ibarra, Aprendamos Liturgia, 143.
[4] Ibíd. 144.

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