El Papa Benedicto XVI sigue diciéndonos.
“Caritas Christi urget nos” (2 Co 5,
14): es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a
evangelizar. Hoy como ayer, él nos envía por los caminos del mundo para
proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra (cf. Mt 28, 19). Con su
amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo
tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un
mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso
eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir
la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe.
La fe, en efecto, crece cuando se vive
como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de
gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y
permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los
que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser
sus discípulos. Como afirma san Agustín, los creyentes «se fortalecen
creyendo».
Profesar,
celebrar y testimoniar la fe públicamente
Redescubrir los contenidos de la fe
profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar sobre el mismo acto con el
que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre
todo en este Año. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho
privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este
«estar con él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe,
precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad
social de lo que se cree.
Año de la Fe |
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si te gustó el artículo, déjame tu comentario.