La Instrucción General del
Misal Romano dispone que sobre el altar, o cerca de él, se coloque una cruz con
la imagen de Cristo crucificado, que pueda ser vista sin obstáculos por el
pueblo congregado.
Como se desprende del texto,
se puede poner el crucifijo en dos lugares: sobre el altar o cerca de éste. Si
se pone sobre el altar, la Instrucción no indica en qué lugar debe de ser.
Sin embargo, de acuerdo con
la tradición, el crucifijo debe ir en el centro del altar. En efecto, durante
muchos siglos, el signo elegido por la Iglesia para la orientación del corazón
y el cuerpo durante la liturgia es la representación de Jesús crucificado.
La centralidad de la cruz en
la celebración se destacó más en el pasado, cuando no existía la costumbre de
que el sacerdote viese a los fieles. Por esta posición del sacerdote, todos
miraban hacia el crucifijo colocado en el centro, sobre el altar.
Sin embargo, por la
costumbre actual de celebrar "hacia el pueblo", el crucifijo a menudo
se coloca en la pared del presbiterio, con lo que pierde la ubicación central
de la celebración.
El entonces Cardenal
Ratzinger, en su libro “El espíritu de la liturgia” apunto que sería bueno
“colocar la cruz en el centro del altar, para que la puedan ver tanto sacerdote
como los fieles, y de Durante muchos siglos, el signo elegido por la Iglesia
para la orientación del corazón y el cuerpo durante la liturgia es la
representación de Jesús crucificado.
La centralidad de la cruz en
la celebración se destacó más en el pasado, cuando no existía la costumbre de
que el sacerdote viese a los fieles. Por esta posición del sacerdote, todos
miraban hacia el crucifijo colocado en el centro, sobre el altar.
Sin embargo, por la
costumbre actual de celebrar "hacia el pueblo", el crucifijo a menudo
se coloca en la pared del presbiterio, con lo que pierde la ubicación central
de la celebración.
El entonces Cardenal Ratzinger,
en su libro “El espíritu de la liturgia” apunto que sería bueno “colocar la
cruz en el centro del altar, para que la puedan ver tanto sacerdote como los
fieles, y de esta forma ser guiados por el Señor, y de esta forma, orar
juntos”.
Siguiendo estas enseñanzas,
tras el nombramiento de Mons. Guido Marini como Maestro de las Celebraciones
Litúrgicas del Sumo Pontífice, se puso un crucifijo en el centro del altar.
Así, tanto el papa como los fieles veían hacia el mismo lugar: hacia cristo
crucificado.
Esta costumbre ha sido
confirmada en el pontificado del Papa Francisco. Todos los días, en Santa
Marta, celebra la misa con un crucifijo en el centro del altar. Además, en las
celebraciones que ha presidido en cualquier templo o lugar que ha visitado, se
ha puesto el crucifijo en el centro del altar.
A partir del Consistorio
para la creación de nuevos cardenales, el crucifijo ha sido de un tamaño más
pequeño de lo que anteriormente se usaba. Creo que esto sólo es un dato
anecdótico, porque su función la cumple. Me llama la atención como, siempre que
el papa llega al altar se queda viendo el crucifijo. Lo mismo durante la
plegaria eucarística.
Tal vez sea una práctica que
se deba seguir en todas las iglesias. El Papa Benedicto XVI y el Papa Francisco
nos han puesto el ejemplo. Pongamos la cruz en el centro de la celebración. Así
recordaremos aquello que dijo Santa Rosa de Lima y que reproduce el Catecismo
de la Iglesia Católica (n. 618): “Esta es la única verdadera escala del
paraíso, fuera de la Cruz no hay otra por donde subir al cielo”.
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