“Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco”»
(3, 21-22). Este Jesús es el Hijo de Dios que está totalmente sumergido en la voluntad
de amor del Padre. Este Jesús es el hombre nuevo que quiere vivir como hijo de Dios,
o sea, en el amor; el hombre que, frente al mal del mundo, elige el camino de la
humildad y de la responsabilidad, elige no salvarse a sí mismo, sino ofrecer la
propia vida por la verdad y la justicia.
Ser cristianos significa
vivir así, pero este tipo de vida comporta un renacimiento: renacer de lo alto,
de Dios, de la Gracia, Este renacimiento es el Bautismo, que Cristo ha donado a
la Iglesia para regenerar a los hombres a una vida nueva. Afirma un antiguo texto
atribuido a san Hipólito: «Quien entra con fe en este baño de regeneración, renuncia
al diablo y se alinea con Cristo, reniega del enemigo y reconoce que Cristo es Dios,
se despoja de la esclavitud y se reviste de la adopción filial»
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