El próximo 11 de febrero se celebrará en toda la Iglesia y,
especialmente, en Lourdes, la XXV Jornada Mundial del Enfermo, con el tema: El
asombro ante las obras que Dios realiza: «El Poderoso ha hecho obras grandes
por mí…» (Lc 1, 49). Esta Jornada, instituida por mi predecesor san Juan Pablo II,
en 1992, y celebrada por primera vez precisamente en Lourdes el 11 de febrero
de 1993, constituye una ocasión para prestar especial atención a la situación
de los enfermos y de todos los que sufren en general; y, al mismo tiempo, es
una llamada dirigida a los que se entregan en su favor, comenzando por sus
familiares, los agentes sanitarios y voluntarios, para que den gracias por la vocación
que el Señor les ha dado de acompañar a los hermanos enfermos.
Además, esta celebración renueva en la Iglesia la fuerza
espiritual para realizar de la mejor manera posible esa parte esencial de su
misión que incluye el servicio a los últimos, a los enfermos, a los que sufren,
a los excluidos y marginados (cf. Juan Pablo II, Motu proprio Dolentium hominum,
11 febrero 1985, 1). Los encuentros de oración, las liturgias eucarísticas y la
unción de los enfermos, la convivencia con los enfermos y las reflexiones sobre
temas de bioética y teológico-pastorales que se celebrarán en aquellos días en
Lourdes, darán una aportación nueva e importante a ese servicio.
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